Ya se dejan oír los cantos de los pájaros. Brilla el Sol. Bueno yo diría deslumbra el Sol porque aun no nos hemos acostumbrado a tanta luz. Hace calor y eso los huesos lo agradecen.
Hay días, incluso semanas, en que la imaginación parece que se va de vacaciones. Se aleja y, por mucho que intentes escurrir tu cerebro, no sale nada que se pueda plasmar en un escrito.
Sólo he sido capaz de plasmar un breve relato empujado por un concurso que escucho en la emisora de radio que me lleva acompañando toda mi vida. Ellos ponen las normas. Una frase obligatoria para comenzar el argumento y no sobrepasar las cien palabras. He aquí el mío.
Nos revolvía el pelo con cara de contento. Nunca llegamos a entender el por qué de aquella costumbre que siempre se repetía a la hora de las comidas. Nos enredaba el pelo, nos decía cosas bonitas y nos servía nuestra ración.
Mis hermanos y yo lo llegamos a querer no por el cariño que nos demostraba desde que nos acogió en su casa a raíz de perder a nuestra madre, sino porque aquellas caricias en el pelo significaban que se acercaba la hora de comer.
Él nunca nos pidió nada a cambio. Se conformaba con un simple ladrido de agradecimiento.
Como se suele decir, a falta de pan... buenas son tortas. Pues sirva este breve relato para disimular esta sequía de imaginación por la que estoy pasando.
martes, 17 de marzo de 2009
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