Hoy me apetece jugar con alguna palabreja extraña. En realidad se trata de un término inventado por mi buen amigo Aitor pero me sirve para iniciar esta historia.
…y dijo el Mesías a los Apolojetas: “respetad al prójimo y sus bondades. Nunca ansiéis sus tesoros ni sus grandezas. Sed humildes y, sobre todo, sed vosotros mismos si no deseáis desatar la ira de mi Padre”.
Pero el pueblo apolojeta (desposeído de cualquier conciencia o personalidad) desoyó los mandatos del elegido y cometió las mayores barbaridades jamás conocidas. Invadió a los pueblos vecinos y los sumió en la más humillante pobreza. Robó cuanto pudo, usurpó derechos y leyes que no le pertenecían. Secuestró a sabios, médicos y eruditos para beneficio propio.
Despojaron a los ciudadanos de todo cuanto poseían. Los Apolojetas, con su incansable deseo destructor, quisieron engrandecerse a costa de las civilizaciones vecinas por medio de la fuerza y de los más viles engaños.
Ante tal desafío, Dios, enfadado y vengativo, ordenó que el pueblo de los Apolojetas fuera desterrado a Pucellum, el lugar más inhóspito y desierto de la Tierra.
Con el paso del tiempo los apolojetas no desaparecieron. Sobrevivieron al ostracismo y descubrieron de nuevo su más primario instinto: terminar con cualquier tipo de progreso que no fuera obra suya. Hoy por hoy los Apolojetas habitan en el mismo lugar al que fueron expulsados aunque es conocido como Valladolid. Desoyen cualquier tipo de consejo, ignoran a cualquier dios y viven a costa del trabajo de los demás.
lunes, 13 de abril de 2009
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